Desde estas líneas quiero rendir un pequeño homenaje a la persona que me dio
la vida, mi madre. A ella, la que me enseñó a amar y respetar a mi Hermandad, y tener siempre muy claro lo que es ser de la Soledad, que no es poca cosa.
Mi madre, nacida por parte y parte de
hermanos de la Soledad, su madre Flor y su padre Antoñito, soleanos de nacimiento, así como sus hermanas y hermano.
En su casa se respiraba gente de la Soledad, ya que ella contaba que en tiempos de
guerra, la Virgen de los Dolores estaba refugiada en casa de unos conocidos y que ella con sus hermanas y amigas iban a visitarla, le hablaban y era para ellas una amiga más.
Ella nos ha inculcado a mi hermana So fía y a mi respeto y cordialidad a las hermanda-
des, ya que en mi casa hay de los dos bandos, pero con mucho respeto, por supuesto, a mi padre y hermanos.
Por desgracia, el pasado Domingo de Resurrección, 8 de Abril, mi madre falleció,
con una muerte ligera y sin dolor, la que creo que ella hubiese querido. Pero la Semana Santa que ha vivido ha sido para ella muy importante, además ha disfrutado muchísimo, con sus nietos de incensarios en la Bajada de la Virgen y el Viernes Santo delante del paso de la Canina.
Flor Ojeda, en la foto inferior,
con su madre (en el centro, con el
vestido claro) y con sus hermanas.
Ella es la niña de la izquierda.
Junto a estas líneas, esta vez sin su
madre, y siendo ella la de la derecha.
Ambas fotos son del Viernes Santo
del año 1943
Ella estaba muy orgullosa porque para ella no había ninguna falta en su Hermandad,
todo le parecía perfecto, y ni que decir de su Virgen de los Dolores, que para ella era su madre, su amparo, a la que le contaba todas sus penas.
Mi madre era muy graciosa, cuando moría alguien en Alcalá y esa persona era so-
leana nos decía: “Hermana, uno menos para la Soledad”, pero, en cambio, cuando había un nacimiento y era para la Soledad decía “Uno más para nosotros”, y yo le decía “Mamá, parece que llevas el censo de los hermanos”.
Cuando pasaba la Semana Santa, como en tantas casas de Alcalá, el tema de conver-
sación era lo mismo: “Hermana, ¡qué paseo, qué fila de nazarenos!” “Este año van más en la fila”,...
Ella, junto a sus hermanas y esposo, vivía la Semana Santa en la Plaza de Abastos,
arriba colocaban sus sillas y parecía que estaban en la tribuna de la calle Sierpes, y al pasar la gente le pregunta “¿Cómo va la Cofradía?”, y decía siempre “Hermana, ¿cómo va a ir? ¡Estupendamente!”.
Para terminar estas líneas, le he querido escribir en el Boletín porque ella lo único
que leía durante todo el año eran los Boletines de la Hermandad, y que desde el cielo puedas leerlo, con todo el amor y cariño de tus hijas, y gracias por enseñarnos a ser buenas hermanas de la Soledad.
Flor con sus hijas, Sofía y Ma Dolores, su hermana Asunción y todas sus primas hermanas Velázquez Guerrero, el Viernes Santo de 2002
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